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Cuando elegir “abortar” no te hace libre

  • Foto del escritor: Silvia Barrios
    Silvia Barrios
  • 22 sept 2018
  • 7 Min. de lectura


Después de toda la avalancha emocional que que significó como país el debate de la legalización del aborto, aún no podía entender cómo tantos razonamientos y argumentaciones no habían concientizado en los motivos del porque había que legalizar la decisión de una mujer a interrumpir un embarazo no deseado, otorgarle el derecho ante su cuerpo.


“Cuando uno escribe piensa, o sea, una escribe porque hay cosas que sólo escribiendo pueden llegar a ser pensadas, es decir que una ya no escribe lo que quiere decir sino escribe para pensar algo imposible de acceder de otra manera”, expresó Laura Klein autora del libro “Entre el crimen y el derecho. El problema del aborto” y exactamente esto intentaré hacer “ Escribir para pensar algo imposible”.


“Yo pasé por eso”


Conocí a Lele a través de un amigo de la Universidad, Mariano, él estaba cursando el último año y yo estaba en cuatro, como para no perder la costumbre todos los jueves nos juntábamos a tomar vino y jugar cartas, la vi por primera vez en una de las tantas reuniones de los jueves y me cayó bien a los 2 minutos, cosa que conmigo cuesta creerlo. Transmitía una energía hermosa, cuando llegaba se notaba porque la gente ya empezaba a reír en voz alta, empezaban a subir los niveles de bullicio y sabías que “ella” había llegado a la reunión.


Fernanda “Lele” abortó 2 veces, la primera vez fue teniendo 17 años, la otra cuando tenía 22. “La primera vez fue shock porque siempre fui lo más responsable posible, era mi primer novio y con quien había tenido mi primera experiencia sexual”, me confesó entre copas una noche de los jueves, “me di cuenta que estaba embarazada, porque me descomponía a cada rato, hicimos un test y salieron las 2 rayitas, rompí en llanto al segundo”.


Lele tiene 29 años, es la mayor de 2 hijas de un matrimonio de abogados, como es de imaginarse ella y su hermana se criaron escuchando sobre normas y derechos, cómo deberían comportarse en sociedad a sabiendas de lo que es legal y lo que no. Sus amigos de toda la vida la conocen como “Lele”, se ganó ese seudónimo por su segundo nombre “Leticia” y porque en el grupo ya había otra fernanda. Siempre fue al mismo colegio desde el jardín de infantes hasta finalizar la secundaria, un colegio católico apostólico romano administrado por monjas de origen italiano que apenas hablaban español y tenían un régimen estricto de conducta y apariencia, un cabello mal recogido, un uniforme en mal estado o un zapato no lustrado eran motivos para que sus padres recibieron una nota en su cuaderno de comunicaciones. Ahí mismo, lele terminó sus estudios secundarios con un promedio de 9, formo parte del “cuadro de honor” y siendo abanderada.


En el caso de Lele la decisión de abortar no fue por falta de educación, a los 17 había terminado la secundaria casi honorífica, ya hablaba inglés perfectamente y sabía lo que estudiaría en la Universidad; a los 22 ya había finalizado su carrera de grado, llevaba consigo el título de Licenciada en Nutrición y era la primera en su familia que se recibía tan joven y tuvo que romper con el legado de sus padres, todos de profesión del derecho.


“¿Cómo le explicás a tus papas que necesitas ir contra la ley?, cuando te criaste entre códigos civiles y penales, cuando me enteré que estaba embarazada y ya me había inscrito en la universidad, mi mundo colapsó” relata Lele. Esa primera vez tardó un mes en confesarle a su madre lo que estaba pasando, “tuve un primer intento de interrupción en secreto, con mi novio, fuimos a ver a una de esas curanderas, me dió un té de hierbas, me dijo que compre unas pastillas y me las coloque lo más profundo que pudiera dentro de mi vagina, a la hora tendría un sangrado, no funcionó”. Han pasado más de 12 años desde esa primera vez, pero ella recuerda tan detalladamente el miedo y la humillación que sintió.


Si entendiéramos el término “abortar” como una decisión. Por más que, ante el tribunal de los derechos, el término decisión haya que convertirlo en elección, ninguna mujer “elige” abortar. Estamos frente a una mujer que lo hace movida por la violenta irrupción de un embarazo que no buscó pero sobre todo no quiere continuar y que la compele a tomar una decisión también violenta. La voluntad no es libre. Esa mujer está entre la espada y la pared, ni quiere tener un hijo ni quiere abortar. Le está vedado batirse en retirada, quisiera no haberse embarazado, quisiera perderlo espontáneamente. Como en muchas otras cosas de la vida, decide hacer algo que no quiere. Signifique para ella una experiencia traumática o solamente desagradable, su situación tiene un sesgo trágico; reflexiona Klein para explicarnos la situación que conlleva a abortar y por la que podemos entender un poco más la “decisión” de Lele.


Esa noche de verano, para ganar un poco más de tiempo de charla le propuse volver caminando, las 2 vivíamos por avenida Santa fé, tal vez por consecuencia del alcohol nos sumergimos en una de las conversaciones más profundas que me ha tocado tener, por un momento desapareció es mujer brillante y conocí a una niña que se había hecho adulta abruptamente, que llevaba consigo un estigma, un recuerdo que había intentado guardar en lo más profundo y había salido a flor de piel con el debate en Diputados.


“Entiendo que no solo yo estaba en esa posición difícil, sino que llevaba a mi familia y toda su moralidad y ética que habían pregonado durante toda su vida a un precipicio donde tenían que elegir entre su hija o su vocación. Quien gano está a simple vista, pero el camino fue tormentoso. Mi papá investigando y buscando recomendaciones médicas y mamá conteniendo el llanto tuvo que aprender a consolarme y acompañarme, sin juzgar.” relata lele mientras camina mirando el piso y continua “Ellos ya tenían una duda, porque me veían que algo andaba mal conmigo, no era yo la de siempre, hasta que una tarde mi mamá me lo preguntó sin rodeos ¿vos estas embarazada?, mi primer instinto fue negarlo y ante eso mi viejo me sentenció “mañana vamos al médico”, yo ya sabía el final, pero accedí. Cuando llegaron los resultados, mi mamá se largó a llorar y mi papá me preguntó qué quería hacer. Yo solo lloraba, hacía un mes que lloraba todos los días, solo respondí “quiero ir a la facultad”.


En el libro “Entre el crimen y el derecho”, Laura Klein su autora plantea una serie de preguntas para reflexionar; el aborto, ¿es fruto de la libertad? ¿En qué condiciones podría llamarse “libre” una mujer que lo decide? ¿Existe acaso alguna situación donde abortar voluntariamente consista en actuar libremente? Como en las tragedias antiguas, está en una encrucijada donde se juegan la vida y la muerte, todos llevan parte de razón y todos pierden algo.


No puede evitar preguntarle: "¿No te arrepentiste?". Ante mi pregunta Lele solo me miró y sonrió sutilmente, como tomando aire y recobrando la paciencia, y me dijo: “arrepentimiento tal como nostalgia de lo que podría haber sido, no definitivamente no, en ese momento no pones en perspectiva el futuro sino tu presente, yo decidí en base a lo que era yo en ese momento de mi vida, no estaba preparada y tomé esa decisión. No pensé en mis papás, ni en mi novio, ni en mis amigos, pensé solo en mí. Una de por si cuando pasas por esta situación te replanteas un montón de cosas, qué hiciste, quién sos, qué queres.


"Ni dios, ni patrón, ni marido”


Aún no terminaba la charla y llegamos a la altura donde vivía, me ofreció a tomar un café y acepté con la ilusión de que su historia seguiría. Le conté un poco de mi historia y me atreví a mostrarle mi lado más humano, que no éramos muy distintas, pero esta es su historia no la mía.


Para sus 22, Lele estaba de novia hacía 3 años con Lucas, que fue compañero de carrera y su segundo novio oficial. Tenían planes de recibirse y viajar unos meses por el mundo, cuando se enteraron que ella estaba embarazada. Por segunda vez sintió que su mundo se volvía gris y recordó a esa niña adulta de hace un tiempo atrás. Lucas le pidió matrimonio a los días, le prometió la casa, el perro y la familia perfecta. Fernanda ese día terminó la relación y le informó de su decisión. “Yo estaba bien él, pero cuando me enteré no estuve feliz y eso me hizo ruido, recién había terminado la carrera, estaba esperando la matrícula y mientras trabajaba part time en el estudio jurídico de un amigo de mi papá. No me hice muchas preguntas, sabía mi respuesta. Ahí mi miedo era volver a hablar con mis papás, no me parecía justo hacerlos pasar por esto de nuevo”.


La segunda decisión de Lele fue diferente, no involucró a sus padres, junto a 2 amigas viajaron a Tandil, donde una de las chicas conocía a un médico. El procedimiento fue rápido, en una clínica privada, “llegamos al lugar a eso de las 11 de la noche, nos hicieron pasar por una puerta trasera, estaba solo el médico y una enfermera, nos recibieron y me prepararon, todo con suma amabilidad y nadie preguntaba nada, todo se hacía en silencio ; para mi sorpresa tenían preparado el quirófano y una habitación privada para que pasara la noche y así fue. A la primera ahora de la mañana siguiente nos fuimos y nos quedamos en un hotel todo el fin de semana ese”, recuerda Lele mientras sirve un café que compró en un viaje a Colombia.


Después de esa noche de confesiones entendí porque me había caído tan bien cuando la conocí, ella era una de esas mujeres “modernas” como diría mi tía Estela; que ser moderna significó que ella alzara su voz, se escuchara y “decidiera” no convivir con un viejo amor fingiendo una familia que no quería, que eso SÍ sería algo de lo que se pudiera arrepentir.



 
 
 

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