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Niñas Madres en un país que lucha por la ley del aborto

  • Foto del escritor: Silvia Barrios
    Silvia Barrios
  • 16 jun 2020
  • 5 Min. de lectura

Escribí esta Crónica en PRIMERA PERSONA hace más de 1 año. Hay historias que necesitan contarse sin tiempos, pero aún más cuando el reloj corre y aún no se ha encontrado una salida.


“Deje de ir a jugar a la plaza con mis amigas cuando supe que estaba embarazada, fue dos semanas antes de cumplir 14 años” recuerda Ivana, quién decidió contarnos cómo fué su niñez estremecedora y los efectos que tuvo su vida al ser una madre de niña.


El hastag #NiñasNoMadres es una campaña regional que fué lanzada en el 2016 e impulsada por diferentes organizaciones en Latinoamérica para informar sobre las graves consecuencias de la violencia sexual y las maternidades forzadas en la vida de las niñas latinoamericanas y movilizar a la sociedad civil para exigir la protección de sus derechos. Para saber más de su trabajo pueden consultar el site:https://www.ninasnomadres.org/


Niñas que son madres, NO son una nueva realidad es nuestro país ni en ningún otro, mientras los índices de embarazos adolescentes siguen subiendo con el pasar de los años, sigue sin haber una clara acción educativa y/o política en el plano sanitario que sepa darle solución al tema. Todos miran y opinan, pero el resultado es siempre el mismo: nadie hace nada. He aquí la diferencia entre mirar y no querer ver.


El nombre de Ivana es ficticio, a pedido de ella dado que hoy es maestra es una escuela pública. Su historia comenzó cuando tenía 8 años y la enviaron a vivir con su abuela materna, nunca conoció a su padre y su madre la abandonó. “¿Sabés cómo era ser una niña y vivir con una abuela de 75 años?, me daba de cenar a las 7 de la tarde y a las 8 ya estaba en la cama”. Ivana hoy tiene 40 años y pasa sus días entre el colegio donde enseña Lengua y Literatura a niños de primaria y los fines de semana es voluntaria en un refugio de animales.


Me recibió en un pequeño departamento en el barrio de Boedo una tarde fría de Otoño, había preparado unos mates y masitas secas, para aflojar la tensión empezamos a hablar de plantas, ella fanática de las suculentas, me dió unos consejos. Noté que estaba nerviosa, no paraba de jugar con un anillo en forma de estrella que tenía en el dedo anular, pero creo que siempre resulta difícil cuando nos llevan hacia lugares del pasado a los que no queremos volver, le conté de la asociación y del trabajo por los derechos de las niñas.


“Creo que las única vez que conté la historia completa fue cuando se lo confesé a un familiar y después ya en privado con mi psicóloga” rememora a modo de introducción. El abuso que Ivanna sufrió por parte de su tío abuelo duró 3 años, desde que ella tenía 11 hasta los 13 que descubrió que estaba embarazada. “La primera vez que pasó, yo estaba en casa y mi abuela había salido a hacer unas compras y mi tío estaba de visita. Para mi era un desconocido, porque no lo conocía hasta que llegué a vivir a ese lugar.


Un fin de semana se quedó a dormir en la casa porque era su cumpleaños. “Recuerdo estar durmiendo la siesta cuando sentí que alguien entro a mi habitación y se sentó en cama, metió su mano debajo de la manta, sentí su mano fría que empezó a acariciarme”, relata con la mirada perdida y entiendo que Ivanna viajó al momento exacto y a ese lugar al que no le gusta volver. “me desperté,en ese momento no entendía nada, lo miré, le pregunté qué estaba haciendo y me contestó “queriendote”, quise gritar y se inclinó sobre mí, me tapo la boca con la mano y me violó”. Las dos nos quedamos calladas unos segundos, ella desvió su mirada a la mía como si aún sintiera una culpa y vergüenza, yo intentando desatar el nudo que se me había armado en la garganta.


Se cebó un mate, lo tomó como recobrando fuerzas continuó, “Después de eso, él me vistió y me dijo que yo iba a ser como su novia, pero nadie se tenia que enterar. No pude decir una sola palabra, ni siquiera pude llorar frente a él, creo que estaba shock. Lo único que pensaba era “la nona me va a correr de la casa” y yo no tenía a nadie ni lugar a donde ir, decidí callarme”. Después de escucharla, el nudo en mi garganta, se había extendido al estómago con una sensación entre nauseas, malestar y bronca.


Las víctimas sin importar edades sufren una especie de estigma sobre lo “no dicho”, lo llevan como un secreto parásito que se alimenta de tus adentros y controla tus pensamientos. Nadie se merece ese sufrimiento interno, mucho menos una niña de 11 años.


Así el tiempo pasó para Ivanna entre el abuso y el silencio. Me cuenta que nunca se lo contó a nadie, a ninguna amiga, maestra o extraño. “era una esclava sexual en mis silencios, lograron violentarme y manipularme de tal manera que no pedí ayuda”, reflexiona “No sé qué habría pasado si hubiese hablado después de esa primera vez, creo que le tenía más miedo a que no me creyeran que a cualquier otra cosa”. Y esa reflexión fue otro estigma que comparten las víctimas “el terror a que no te crean”.


Según las entidades de DDHH, ONU y UNICEF proclamaron los derechos del niño y parte de ellos son el juego, la salud y la protección contra cualquier tipo de abuso. Considerando que hasta los 13 años, una persona se considera niño o niña. Entonces es válido preguntarse quién debería velar por estás niñas?. ¿ Quién debería haber cuidado a Ivanna? ¿Cuando se terminaran las niñas tratadas como objetos de placer y gestantes que serán descartadas por el sistema estatal cuando quieran pedir ayuda?.


La historia de Ivanna siguió como nadie hubiese querido que siguiera, “me acuerdo que un día me sentía muy mal, no pude levantarme de la cama, tenia un sangrado. Se lo conté a mi abuela y ella me dijo “eso pasa cuando te convertís en mujer”, no la corregí porque en realidad no sabía que me pasaba”. El momento que estaba relatando ivanna no era su primer periodo, fue un aborto espontáneo. Noté que sus ojos se hundieron, respira con cierta dificultad y se muerde los labios como intentos de contener sus lágrimas.


“Como no tuve un control médico en ese momento, a los meses tuve una infección y termine internada. Mi abuela ya era muy mayor y después de eso fuí a vivir con una tía, eso hizo que saliera de esa casa y pude escapar ”, cuando Ivanna se refiere a “escapar” está hablando de su abusador, como si fuera un animal que aún está en una jaula invisible.


“¿Pudiste contarle a alguien?” indago y ella contesta con una sonrisa nerviosa “Sí, una tarde mientras hablaba con mi tía se lo confesé, pero para mi sorpresa solo encontre a otra víctima”. A su tía también la habían abusado, la misma persona, su tío y tuvo que abortar. “Al poco tiempo, nos enteramos que nuestro abusador había muerto de un infarto”. No hubieron denuncias, no hubo culpables, solo silencios.


Cada año unas 3 millones de niñas entre 13 y 15 años se someten a abortos clandestinos en todo latino américa, solo en argentina ocurren cerca de 450 mil por año según un informe elaborado por la ONG Amnistía Internacional. Una historia más para que no dejar de insistir en este punto: lo que se pide es Educación sexual para decidir, Anticonceptivos para no abortar, Aborto legal para no morir.




 
 
 

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