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Majo Dupré: Una Barbie esculpida a bisturí

  • Foto del escritor: Silvia Barrios
    Silvia Barrios
  • 20 ene 2018
  • 6 Min. de lectura

Para el público que sigue sus espectáculos, la bailarina y vedette Majo Dupré encarna uno de los ideales estéticos actuales "la belleza voluptuosa", pero el exuberante físico de Majo no es solo obra de la naturaleza, es el resultado de más de 35 cirugías plásticas que consideró necesarias para la reconstrucción de su cuerpo y de su identidad, un camino que comenzó a recorrer el mismo día en que nació, como hombre.


Los últimos rayos de sol de la tarde empiezan a caer sobre el ventanal de un amplio departamento en el barrio del Abasto. Majo camina por los pasillos como si estuviera en una pasarela contorneándose, y parece que en cada parada posa sonriente hacia una cámara inexistente. De vestuario extravagante y un maquillaje casi teatral, explica que "eso" es estar entrecasa para ella, con un diminuto vestido blanco de lycra, y unos tacos aguja no menos de 10 cts.


"Jamás dejo que mi marido me vea sin nada de maquillaje, imagínate que me levanto siempre antes que él para que cuando el despierte su mujer este radiante, te digo que es un trabajo extra", comenta sonriente, y mientras busca la mirada cómplice de Julián, su marido, que se encuentra en la cocina preparando unos bocadillos.


Majo Dupre es vedette y trabaja en Buenos Aires. Nació en el departamento de Colonia y allí vivió toda su niñez, junto a sus padres, dos hermanos y una abuela. Esos años fueron duros. A su entorno le costó aceptar que, aunque era hombre, se sentía una mujer. También tuvo que luchar con la incomodidad de vivir dentro de un cuerpo que le resultaba ajeno.


- Empecé a tener problemas en los riñones porque no quería ir al baño para no verme, no tocarme. Y me duchaba una vez al día para no verme, era algo que estaba ahí que no correspondía con mi cuerpo, con mi imagen - recuerda Majo con una nostalgia y tristeza que se llega a ver en sus ojos- No lo aceptaba.


-¿A qué edad empezó tu proceso de transformación?

- A los once años empecé a trabajar en una peluquería como asistente. Servía café, barría los pelos y lavaba cabezas, entonces con esa plata empecé a comprar mis cosas. Cuando mis padres me regalaban o me compraban zapatillas, jeans de hombre, que a mí no me gustaban, ahí empecé a trabajar para poder vestirme como quería.


-¿Desde muy chica ya sabías lo que querías?

-Totalmente, imagínate que me daban dinero para comprar la merienda en el colegio, yo ahorraba ese dinero y cuando me iba de vacaciones de Colonia a Montevideo a la casa de mi abuela, me compraba una Barbie. Me encantaba tenía una fascinación por ellas; pero no para jugar. Me las compraba, y no las sacaba de sus cajas, pasaba horas mirándolas. Le miraba los ojos, la cara, el pelo, la altura, la cintura, el busto, la cola, las piernas, me fascinaban como lucían. Quería ser como ellas. Inclusive hoy, aun las tengo, en sus cajas.


-¿Entonces tu modelo a seguir eran esas barbies?

- Un poco y creo que lo logré - infla su pecho, sonríe y posa mostrando su curvilíneo cuerpo como si él fuera su gran logro y el resultado del trabajo de toda su vida.


Es que ella considera el "ser transexual" como una forma de haber logrado "acondicionar" su cuerpo a su mente. Se reconoce transexual según las definiciones médicas, pero también considera tener medidas de mujer "mis medidas son 90-60-90 y tengo estructura pequeña", asegura, y son detalles saltan a la vista porque tiene manos pequeñas y pies de princesa - calza 37, cosa tal vez poco común en los hombres-, pero no obstante se sabe a gusto con lo que consiguió ser "yo no soy mujer. Soy transexual, llamemos las cosas por su nombre, soy una copia de lo que puede llegar a ser una mujer. Me gusta la copia que soy".


Cualquier persona conoce a Majo por primera vez, definitivamente tendrá la primera impresión de estar viendo una especie de muñeca Barbie, cabellos rubios hasta la cintura, ojos verdes claros, cejas finas, una nariz respingada, labios voluptuosos, pómulos sobresalientes, una cintura de avispa, como se decían las abuelas, dientes blancos como porcelanas y ojos achinados, difícilmente se podría determinar si alguna de estas características fueron heredadas o simplemente son producto de alguno de sus famosos "retoques".


En alguna que otra nota televisiva, ella misma ha confesado cómo su gran referente a seguir fue la famosa actriz y vedette argentina, Graciela Alfano, y vaya que sí, ya que el parecido entre ellas es sorprendente. El que no conoce la historia de Majo, podría llegar a creer que son hermanas o primas tal vez, si las llegara a ver juntas.


Son casi las 6 de la tarde, Majo sirve el té en el living, hay gran variedad de masas secas sobre una mesa ratona de mármol, dos Chihuahuas corretean por el departamento, se deslizan sobre el piso de lozas brillantes que parecen espejos, esos que brillan tanto que dan pena pisarlos. Ella ríe mientras los mira con tal adoración, como toda madre primeriza que observa jugar por primera vez a su hijo en una plaza.


Toma su taza y se acomoda sobre un gigantesco sillón blanco, y pregunta: "¿Dónde me quedé?

-Sí, en cómo había sido tu proceso de cambio corporal

-Ah, cierto, empecé a trabajar de los 11 a los 15. Ya mi madre sabía de mi inclinación, aparte sabia todo lo que yo estaba pasando en Colonia, que había recibido palizas, apedreadas, maltrato verbal, físico, y psicológico. Y quizá para apaciguar todo ese dolor me regaló una cirugía estética para "mejorar" mi nariz.


Ahí fue donde Majo conoce a su gran amor, un cirujano multimillonario. Majo había encontrado por fin un compañero para la vida, y a la vez al artífice de sus sueños.

-Me hizo el mentón, los pómulos, la nuez, me achico las orejas, me levantó las cejas, me hizo parpados superiores e inferiores, me puso lolas, me lipoaspiré cuatro veces, porque yo no era flaca como soy ahora, me hizo dos lipoesculturas, que fueron como microcirugías porque iba modelándome, más unas dietas extremas - mira al techo como si esos regímenes hubieran sido infinitos-, otra fue cuando me operaron los omoplatos y las clavículas porque tenía la espalda un poco ancha y me achicaron la caja, me sacaron dos costillas, me puse cola, y así fue en total tengo 35 operaciones.


Al escucharla enumerar las veces que ingresó al quirófano con tanta soltura parecería imposible imaginar que un cuerpo aguante tanto dolor, pero sus palabras reafirman una y otra vez que ella es una persona quien hace todo lo que está a su alcance para reflejar lo que cree perfección.


Pero cómo no todo es color de rosas, y las historias solo terminan con un "vivieron felices para siempre" en los cuentos, el que hasta ese momento fuese su príncipe azul, la comienza a golpear, destruyendo todo lo que el mismo había creado.


-Yo sufrí violencia de género, tuve tres dedos dislocados de mano derecha, me fracturó una pierna, me quebró cuatro costillas, fractura de cráneo expuesto y estuve internada en coma tres y me dislocó la mandíbula. Primero empieza con un cachetazo y después desemboca en una tortura. A veces me da bronca cuando en la tele hablan de violencia de género porque no tienen ni idea de lo que es, indica mientras su tono de voz y el rumbo de su mirada cambian, juega con su anillo de casada, como aferrándose a su presente y sabiendo que el pasado ya quedó atrás.


Así ese deseo de tener un cuerpo cincelado por un experto cirujano se había convertido en una pesadilla.


-¿Cuánto tiempo estuviste en esta relación?

- Muchísimos años, me mudé con el teniendo 15 años, y ninguna operación. El me pagó mis estudios como instrumentista quirúrgica, y me fui a trabajar con él a su clínica. El es mi gran creador. Me acompañó en todo momento hasta mi reasignación de sexo.


- Fue un gran soporte para vos. ¿Tenes idea de cuándo es que comenzó a cambiar?

-Al tiempo de ver los resultado de las operaciones, empezó a tener ataques de celos y creo que yo también estaba enferma, porque me resultaba muy difícil dejar ese alguien que me dio mi ser, mi madre me dio la vida, pero él me dio mi ser, quien soy, antes de él no era nadie, y para mí la belleza es todo.


Hoy considerada una personalidad controversial, Majo Dupré, supo utilizar sus cirugías plásticas para obtener sus objetivos, encontrarse a sí misma, ser mujer, ser famosa y lograr el éxito. "La belleza es trabajo. La belleza es cómo te tratan", sostiene Dupre, y su testimonio fue uno de los que se vieron en el programa Tabú Latinoamérica, que se emite por la señal de cable National Geographic Internacional.


Así la historia de Majo es una más de las que busca la belleza interminable, donde el querer ser "perfecta" puede sobre pasar los todos límites imaginables y convertirse en una obsesión o una adicción, y esta historia aún no llega a su fin porque pronto, Majo, volverá a ingresar al quirófano- va por su operación la número 36- : una "corrección" de mentón.


 
 
 

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